LA OBRA ORQUESTAL DE GERARDO GOMBAU: Scherzo para voz y orquesta de cámara
Una pieza dodecafónica poemática
Esta obra fue conocida a través del Aula de Música del Ateneo de Madrid, está conectada con su obra precedente No son Todos Ruiseñores, ya que fue expresada pero en un lenguaje más revolucionario e innovador con ella. No son Todos Ruiseñores es una obra para voz, clarinete, viola y guitarra, compuesta en honor a Góngora, escritor que proveyó los textos que utiliza Gombau para inspirar la pieza.
Inspirada en el poema de Jose Hierro
Gombau usó la técnica dodecafónica por primera vez en su obra orquestal “Scherzo para voz y orquesta de cámara”, la cual fue finalizada el 5 de mayo de 1960. Esta pieza concisa está basada en la tercera parte de un poema titulado “Sinfonia para un hombre llamado Beethoven”, el cual forma parte del libro “Cuanto sé de mí” (1957) escrito por José Hierro.
Importante aporte al serialismo integral de España
Un año después de su estreno, Scherzo para voz y orquesta de cámara, sobre el poema de José Hierro, va a significar uno de los primeros triunfos de España sobre el lenguaje serial, escrita con un instinto de la estética único.
Melodía y composición
En cuanto a la melodía, la serie empleada por Gombau abarca ocho quintas (cuartas) justas, dos trítonos (quinta disminuida y cuarta aumentada), un semitono y una tercera menor, lo que provee a la canción un interválico entretenido y particular, que en muchos momentos apunta a probables procesos cadenciales.
Escritura vocal
El autor se centró en la voz de una mezzosoprano para su pieza vocal, creando un rango de notas que incluye graves poderosos y agudos robustos, similar a su obra previa, las Siete claves de Aragón. La escritura de la música es silábica y se ajusta con precisión a la acentuación y curva fonética de cada verso, para producir un ritmo ternario con un sonido parecido a la seguidilla. La música es muy fácil de entender, permitiendo una clara comprensión del texto.
Escritura orquestal
La escritura orquestal se emplea para enfatizar la atmósfera y el entorno que rodea la línea vocal. Para lograr este objetivo, se utiliza una plantilla orquestal compacta, que consiste en dos flautas, un oboe, dos clarinetes, un fagot, dos trompas, dos trompetas, un percusionista y un conjunto de cuerdas.
El tempo de la pieza tiene una disposición ternaria que cae paulatinamente tras la reexposición, siguiendo el ethos emotivo de las estrofas finales para arribar a una conclusión en adagio en que la música se anula.
Es importante destacar que cada instrumento de la plantilla orquestal desempeña un papel específico en la música y contribuye de manera única al tono y al carácter general de la obra. Por ejemplo, las flautas y los clarinetes pueden agregar una textura suave y etérea a la música, mientras que las trompetas y las trompas pueden agregar un tono majestuoso y poderoso.